Durante los últimos días la econosfera ha puesto el foco en la desigualdad, un tema de creciente interés tanto por su relación con la actividad económica como por el problema social que representa, en un momento en el que parece que dejamos una crisis económica atrás mientras la crisis social permanece como una parte cada vez más relevante de la nueva realidad que se está gestando.
Ya en la reunión que tuvo Janet Yellen con los senadores, un tema recurrente por parte de estos fue preguntarle sobre la desigualdad y lo que se podía hacer para solucionar un problema que a veces no se remedia únicamente con aumentos continuados del PIB.
Janet Yellen (1): This is a very serious problem, it’s not a new problem, it’s a problem that really goes back to the 1980s, in which we have seen a huge rise in income inequality
Pero lo que hemos estado viendo estos días se debe al discurso de Obama en el que comunicó su interés de centrar sus últimos tres años en la casa blanca en la lucha contra la desigualdad, un problema que tomaba como “algo personal”.
En el anterior gráfico podemos ver la evolución de dos ratios para el caso Español. En azul, el ratio de la renta media del 20% de trabajadores más rico entre la renta media del 20% de trabajadores más pobre. En rojo, el ratio de la renta media del 10% más rico entre el 10% más pobre Obviamente, a medida que extremamos más la comparación (mucho más ricos entre mucho más pobres), el ratio aumenta. Vemos como es a partir de la crisis cuando el ratio aumenta con fuerza, tanto tras la crisis de principios de los 90 como la actual. Reflejando la diferente forma en la que afecta a la población y a sus condiciones de vida una crisis que tiene una cierta heterogeneidad más problemática que el típico vaivén del PIB.
Kathleen Geier (2): The policy fixes for economic inequality are fairly clear: in no particular order, they include a higher minimum wage, stronger labor unions, a more progressive tax system, a more generous social welfare state, macroeconomic policies that promote a full employment economy, and much more powerful government regulations, particularly in the banking and finance sector.
Lo cierto es que, excepto en un estado de absoluta redistribución, la desigualdad es un elemento intrínseco al sistema económico. Ya sea por una cierta desigualdad inherente al propio ser humano que produce y consume en base a unas cualidades y preferencias diferenciadas, como por unas desiguales fuerzas de poder a la hora de determinar el reparto de la renta generada, la desigualdad se enmarca entre dos focos: El asociado a un sistema justo por el cual los que más ganan se lo merecen y en donde la desigualdad puede servir incluso de incentivo para aumentar el esfuerzo conjunto, y el asociado a un sistema injusto donde una minoría de rentistas se apropian de la renta generada por unos estratos más débiles a la hora de echar mano al reparto de un mercado que no es perfecto.
Si bien por mi parte habría poco que decir sobre la primera de las fuentes de esta desigualdad (en tanto en cuanto, al menos, no generara una polarización dañina y socialmente injusta), es en la segunda en donde debe centrarse nuestro foco de atención.
El compañero y profesor Jorge Bielsa lo recalcaba al finalizar una reciente conferencia que podéis ver a continuación, ¿Por qué A gana X y B gana Y?
Una cuestión (que deja en el aire) que trata de profundizar algo más en los determinantes de una desigualdad de origen complejo.
Ashok Arao escribió en el blog de Brad DeLong un artículo intentando responder las críticas de los que intentan quitarle peso al asunto de la desigualdad. Una de esas críticas es la que se basa en la falta de pruebas, aludiendo a que (por ejemplo) los estudios empíricos no han concluido una clara relación entre la desigualdad y la inmovilidad, por lo que haber nacido pobre puede no tener ninguna relación causal con la situación económica que tengas de adulto, reforzando la idea de que la desigualdad se deriva de la participación, entre iguales, en el mercado, siendo el resultado económicamente justo.
Y si bien cualquier elemento que engendre un estudio causal es difícil que genere consenso, la correlación parece bastante clara, como se suele mostrar en la Great Gatsby Curve:
En esta curva podemos ver en el eje horizontal una medida desigualdad a través del índice de Gini (mayor valor = mayor desigualdad). Y en el eje vertical, más o menos, la probabilidad de que alguien herede su posición social (a nivel de renta) de la su padre (un valor 0 implicaría que la renta del padre no afecta a la renta del hijo, datos más altos implican mayor relación). Como vemos, la correlación es claramente positiva, por lo que pareciera oportuno pensar que una parte de la desigualdad se deriva de una escasa movilidad y que, por tanto, la desigualdad se perpetúa en cierto grado sin tener en cuenta las propias aptitudes de las nuevas generaciones (de forma, por tanto, claramente injusta).
Lo cierto es que las áreas de actuación en contra de la desigualdad son, por tanto, algo más amplias que las derivadas de un mero sistema de financiación (impositivo) y reparto. Desde la educación (el requisito indispensable para iniciar una cierta igualdad de oportunidades), el mantenimiento del poder colectivo de los trabajadores (sobre todo de aquellos más desfavorecidos o en trabajos de tipo precario) con salarios mínimos que garantices un nivel de vida que les permita algo más que la mera supervivencia (otro elemento indispensable para que el ser humano pueda realizarse y mejorar su nivel de vida), atender de manera importante a aquellos estratos con un nivel de vida que roza o alcanza la pobreza, no solo (de nuevo) para garantizar una calidad de vida, sino para que puedan salir de una situación que a veces actúa como un agujero negro.
El efecto que la desigualdad tiene sobre la economía no sólo pasa por las específicas e injustas condiciones de vida de un cierto estrato de la población (si bien quizás es donde todos ponemos el foco, por ser lo más preocupante). El efecto que la desigualdad tiene sobre el crecimiento económico es también una rama de alto interés analítico.
Krugman (3): The causes of soaring inequality, on the other hand, are more mysterious; so are the channels through which we might reverse this trend. We know some things, but there is much more room for new knowledge here than in business cycle macro.
Krugman destaca un artículo de investigación de Jared Bernstein que se centra en este tema de una manera bastante abierta y sencilla, y aunque en principio la evidencia empírica no parece respaldar del todo a ninguna teoría, sí parece haber cierto respaldo en que la desigualdad, a través del aumento en la deuda, puede acabar afectando al ciclo económico. Se basa en un reciente estudio de Cynamon y Fazzari, donde las familias si bien con una cada vez menor participación en la renta total, mantenían su nivel de demanda y consumo en base a un aumento del crédito y la deuda privada (elemento a menudo olvidado en los modelos macro), ayudando tanto a la gestación de la burbuja como a la leve recuperación tras el estallido de ésta tras un peor acceso al crédito por parte de la gran mayoría de la sociedad. Sobre el efecto que esta desigualdad genera en el ciclo económico también tenemos un reciente paper del FMI: Inequality, Leverage and Crises.
Pero la relación entre una mayor desigualdad y una menor demanda agregada (capaz de perjudicar a la economía en su conjunto) es, de nuevo, una serpiente que se muerde la cola. Una economía que crezca poco o que se mantenga en caída perjudica, sobre todo (y como hemos podido ver en el primer gráfico) de manera importante a los estratos de renta más bajos, aumentando la desigualdad, pues los trabajos que desempeñan suelen ser los de una menor productividad y tienden a ser despedidos antes, además de tener un poder de negociación menor, por lo que a la hora de hacer recortes son los que más van a perder.
Simon Wren-Lewis (4): Reversing inequality directly threatens the interests of most of those who wield political influence, so it is much less clear how you overcome this political hurdle to reverse the growth in inequality.
Por ello, la protección social y la presencia de un estado que reduzca de manera importante la desigualdad es ciertamente necesario. En este respecto, la diferencia de Europa con respecto al resto de zonas económicas mundiales parece bastante claro.
En el anterior gráfico podemos ver la reducción en el índice de Gini que genera el mercado a través de los sistemas impositivos progresivos (que hacen tributar a los que más tienen) y el sistema de transferencias sociales. La columna en su conjunto, por tanto, nos informa del índice de Gini que genera el mercado, mientras que la barra azul indica el índice una vez pasado por la acción social del Estado.
Si atendemos únicamente a Occidente (las dos columnas centrales), vemos que el mercado genera una desigualdad muy parecida, sin embargo, en Europa las transferencias sociales actúan de manera mucho más potente (casi el doble), reduciendo bastante la desigualdad económica en comparación con el resto.
2014 puede que sea el año del crecimiento económico para España, pero seguramente sea un crecimiento tan endeble y mal distribuido que la desigualdad siga creciendo, y así como las estimaciones mantienen una tasa de paro superior al 24% para los próximos años, la crisis social es posible que se mantenga al alza. Desde luego, no se trata sólo de un tema de reciente actualidad y las causas de la tendencia de largo plazo parecen ir más allá (distribución de rentas del trabajo y el capital, mecanización continua del proceso productivo, cambio en el proceso productivo hacia un sistema basado en el capital humano (que se hace por fases, describiendo la parte alcista de la U inversa de Kuznets de nuevo), etc. No he querido mostrar un exhaustivo examen de las causas de la desigualdad, sino mostrar la convicción de que, probablemente, vaya a ser el tema de moda del próximo año. Aunque, y como economista esto se suele decir poco, ojalá me equivoque.
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